¿Qué, quién rige tu mente? ¿Qué, quién toma tus decisiones? ¿Qué, quién moviliza tu corazón, y te pone en salida? Hay quienes se mueves por amor, odio, interés; o por filantropía, envidia, celos, demonios, violencia, caos; o por ideología, vanidad, individualismo, sectas, deporte; o por tener una presencia atractiva, cultivar el cuerpo; o por carencia de bienes, o se mueven y paralizan por hábitos negativos o adictivos. Y hay a quienes les mueve la fe, el amor a Cristo, la búsqueda sincera, o el servicio a Dios y a sus hermanos. Siguen un mandato, una advertencia, una palabra, un consejo, una recomendación, una orden, una intuición, una necesidad... Dios habló a Israel por la Ley. Cumplirla les daría vida, tierra, posesión, preeminencia, seguridad. Deuteronomio 4: "Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar". En este tiempo enrarecido repara tu mente, tu conciencia, tu deriva, y pide al Señor que ocupe tu vida con su Espíritu. Así podrás ofrecerle, con determinación, un lugar, un templo en el que habitar. Él te dará una nueva identidad, una nueva conciencia: su Cuerpo común.
La Palabra orienta tu conciencia nueva, no de individuo, sino de Cuerpo. Déjate, y descubrirás los efectos de tu escucha, de tu atención. Salmo 14: "El que procede honradamente y practica la justicia, el que no calumnia con su lengua, el que no hace mal a su prójimo, ni presta dinero a usura. El que así obra nunca fallará". Te costará descubrir qué o quién te maneja. Te verás preso, esclavizado, desgajado, fragmentado, dividido, sólo, ante los poderosos Medios que te manejan, atan y encaminan hacia abismos individualistas y dependencias imprevisibles: drogas, alcohol, compras compulsivas, pornografía, series, mensajes que entontecen, ludopatías, dejadez, o pereza. Te costará centrarte en qué o quién te maneja. Y mucho más te costará vivir concentrado, orante, con sentido ético, fraterno, solidario, contemplativo, comunitario. Invitado a proceder en la vida cotidiana de modo honrado, unido al Cuerpo que eres, defensor de la justicia, lejos de la calumnia a tus amigos, vecinos o enemigos, sin hacer mal alguno a los que te rodean, generoso y solidario, no interesado con el dinero, y colaborador en las necesidades de tu comunidad, de los pobres, sin usura, compartiendo lo propio, y facilitando la vida de pobres, concentrado y atento, con la mirada de Dios, abierto a escuchar, a tocar, a sensibilizar, con los sentimientos de Cristo.
Mantente atento ante los que dominan, ante sus máquinas que esclavizan; cuídate de los que las manejan. Únete a Cristo y haz Comunión con tus hermanos. Vive como Él, sé su amigo. Une tu vida a la suya. Engánchate a su Palabra, a su Cuerpo. Santiago 1: "Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica. La religión pura es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo". Y, una vez empapado de Cristo, como te empapas de sudor, sal de ti, y dedícate a ser Cuerpo; cultiva la conciencia de Comunión, con los que sufren, saltan fronteras, o esquivan persecuciones o imposiciones esquizofrénicas. Comprende de dónde salen las guerras, enfrentamientos, divisiones, histerias, enfermedades mentales, odios, enemistades y codicias. Todo se cuece en la tierra abandonada de la más recóndita intimidad estigmatizada, individualista, manipulada. Allí, en la pira miserable que arde en lo hondo, cuecen los calderos plagados de maldades y perversiones. Marcos 7: "Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad".
Qué, quién te maneja o te impide ser libre. Quién le ha atado, cortado las alas, emponzoñado con sus corrupciones, robado tu libertad y tu conciencia. Qué te tiene vibrando en ensoñaciones que esclavizan, y te priva de Aquél que tiene palabras y gestos de vida eterna. Qué te roba la alegría del Evangelio, y te hace vivir rodeado de tristeza. Qué te aleja de la nueva conciencia de unidad con el Cuerpo común. Eres hombre, mujer, nacido en la casa del Rey; hijo amado y preparado para el gran vuelo, la gran misión; conservas tu dignidad, y has sido seducido, apresado, encadenado a imágenes y letras que te seducen, atrapan y dañan. Es tiempo de volver a casa, de volver a la mano del Rey eterno, de alimentarte del pan del cielo, de volver a ser parte de un gran pueblo. Te esperan sus brazos abiertos. Busca liberarte. Y toma la determinación de hacerlo embadurnado de gracia, de pasión de amor, y de una nueva conciencia de Comunión y gozosa libertad fraterna.
Antonio García Rubio.
DOS MICROCUENTOS
1. "Apoyado en la barandilla del claustro superior, en aquel monasterio, empezó a experimentar, tras una semana de oración y silencio monástico, que aquellos monjes, encerrados en torno a su claustro, y alejados del atasco mental y pasional del mundo, eran más libres y tenían más conciencia de fraternidad que todos los que se movían por las ciudades, pueblos y barrios conocidos".
2. "El halcón Real, se posó a descansar en la ventana de la vieja embaucadora, ella lo sedujo, lo dio de comer, metió en su casa, lo ató con cadenas, cortó sus uñas y sus plumas, y le esclavizó y apresó. Soñaba con volver a comer en la mano del Rey, con vivir en el gozo de la unidad de su casa, y con volar con la nueva conciencia de la libertad".
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