LA ORACIÓN DEL NOMBRE DE JESÚS. Bartimeo, el hijo de Timeo, te ofrece hoy un preciosísimo modo de oración, que la Iglesia lleva usando a través de los siglos. Es la oración del Nombre de Jesús, nombre que, de repetirlo una y otra vez, llega a convertirse en un susurro orante de gran calado y hondura en tu corazón: "Señor Jesús, ten misericordia de mí". Marcos 10: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí. Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: Llamadlo". Hoy, Jesús, te está llamando también a ti, que, en tu necesidad o tu oscuridad, como Bartimeo, repites su Nombre, y clamas con fuerza en una búsqueda de compasión y misericordia. En realidad, clamas en busca de la luz. Tú, como cada creyente, vives, como el Hijo de Timeo, provocado y cansado por encontrar una luz vital de la que careces, y que, en determinados momentos, llega a parecerte imposible su adquisición o, si la has perdido, su recuperación. Andas ciego, con una ceguera de la que no sabes liberarte. Y estado es pesado y obsesivamente presente para ti y tus contemporáneos. Estás ciego, pero a veces no sólo lo estás, sino que no sabes reconocerlo, por lo que tu ceguera crece más y más. "No hay peor ciego que el que no quiere ver".
LAS LÁGRIMAS, EL CORAZÓN, EL NOMBRE. Jeremías 31: "Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel". Estas preciosas y apreciadas palabras de Jeremías, te hacen dar un paso más allá de esa ceguera tuya en la que, aún sin pretenderlo, te enfrascas y embarras. Y, aunque, a veces las lágrimas no te dejan ver el sol, sin embargo, fundamentado en la oración del Nombre de Jesús, en su repetición constante, puedes descubrir que tus lágrimas brotan como fruto de la búsqueda secreta de tu corazón, de un orar interno, del Espíritu, que llora en ti por el anhelo de querer ver la Vida, con verdad y sinceridad, gracias a Jesús, como ese milagro de amor que tu alma intuye que es. Y, cuando tus lágrimas se detienen con el Nombre sobre todo nombre, dejan limpios tus ojos de tal manera, que el sol te aparece más reluciente que nunca. Y las lágrimas te ha sido aguas vivas, nacidas de modo singular y fructífero en tu ser. Con ellas desaparecen los engaños y los tropiezos. Y sientes la ternura de la acogida del Padre de tal forma, que te sabes unido al gran sol y al gran torrente de la vida, a Cristo: "Señor Jesús, ten misericordia de mí".
DETENERSE Y REPETIR EL NOMBRE. Recitas el nombre de Jesús, y lo haces con paz, porque Él es el humilde Siervo de Dios, el no-pretencioso, el que no buscó para sí honor o poder, el pobre y menesteroso, el que se identificó con el hambriento, el sediento, el desnudo, el sin-techo, el enfermo, el exiliado. Él no buscó ostentar cargo o vanagloria que le distanciase del pueblo oprimido y maltrecho. Sólo es y fue el Hijo Amado y engendrado para tu salvación, tu libertad y la justa fraternidad de todos. Hebreos 5: "Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy". Detente en su Nombre. Repítelo hasta la saciedad, como lo han hecho los monjes de la ortodoxia, y tantos cristianos actuales. Su nombre, musculado al ritmo de tu respiración, te sanará internamente, te librará de malos, oscuros, ensombrecidos o retorcidos pensamientos. Te purificará la mente y el corazón sin que apenas te des cuenta. Repítelo al acostarte, cuando despiertes en medio de la noche, al iniciar el día, mientras te duchas, en el coche o en el Metro, en el paseo o en el duermevela de la siesta, en los respiros del trabajo, en la compra, o en el dolor y la enfermedad, en el día de gloria y en el de oscuridad. No te salgas de su amistad. No pretendas convertir la oración universal del Nombre en petición egoísta. Déjate estar en ella, cree, confía, y mantenla.
SEÑOR JESÚS, TEN MISERICORDIA DE MÍ. Las virtualidades de la oración del Nombre, de la Hesicasia, de la oración de los Padres del Desierto, son: un profundo y entregado amor a los desprotegidos, la sosegada aparición de la alegría, la limpia gratitud, la pureza de pensamientos y locuciones, la sana y contagiosa interpretación de la Escritura. Con ella, el Espíritu habla con libertad, cuando es preciso, justo y necesario en aquellos que la practican. Salmo 125: "Cuando el Señor cambió la suerte de Sion, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares". Eso es lo que te pasará: tu boca y tu lengua se llenarán de alabanzas, loas, risas, alegrías, bendiciones, buen humor y de serenidad para mirar la vida y lo negativo; y de una certidumbre sincera, y llena de humanidad, adoración, luminosidad; desbordada de Dios. ¡Bendito sea! "Señor Jesús, ten misericordia (compasión) de mí". (Y de este pueblo creyente, que pretende caminar en auténtica participación y sinodalidad). Amén.
Antonio García Rubio.
NOTA. En nombre de mi familia, te expreso nuestro agradecimiento por tu oración, consuelo y compañía en estos primeros días de duelo por la muerte de Victoria. Gracias.
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