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sábado, 30 de octubre de 2021

XXXI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

 



EL ENCUENTRO CON EL REINO. ¿Te encuentras con el Reino de Dios? ¿Estás cerca? ¿Lejos? ¿Tienes conciencia de su ser, su existencia? ¿Conoces lo que Jesús te comunica y te presentar? ¿Vives lo que Jesús te avanza con su predicación, su proclamación del Evangelio? ¿Qué vida te propone al hablar del Reino? No más preguntas. Buscan hurgar en tu corazón y tu mente. Remueven y preparan tu tierra antes de la siembra. El Reino es la semilla que el Espíritu sembró en ti, en tu bautismo. Está depositada en tu alma, tu corazón. Te lo manifiesta su Palabra. Sólo si amas, estás cerca de su Reino. Marcos 12: "Amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios". Jesús te llama a una experiencia de amor, un estilo de vida, en que abandonando la primacía de tu ego, que te acapara el centro de la existencia, y el protagonismo de tu acción, pasas a una experiencia de amor que te retorna a un nuevo tiempo, a una conciencia iluminada, por la gracia de amar y a servir generosa y valentemente, a una alegría vital con intensidad afectiva y espiritual, y a la presencia de un Padre Dios, que te ama, y al que amas, y de un prójimo, compañero, hermano, amigo, enemigo o distante al que eres invitado a amar de modo continuo.

LO DE DIOS TIENE EN TI EL LUGAR PRIVILEGIADO. Lo de Dios, lo comprendes bien, pues siempre va por delante, es lo primero. El mandato de Israel, asimilado y acariciado por el pueblo, sigue teniendo un lugar privilegiado en tu alma de bautizado cristiano, de todo discípulo de Cristo, del pueblo amado por Dios. Deuteronomio 6: "Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria". La experiencia de Dios es abrasadora para todo creyente, y para ti, amigo de Jesús. El Padre es el fundamento y la esencia, es el alma del mundo, es la fe que rasga y despierta a este Cuerpo. Todo en Él, desde Él, con Él. Nada sin Él, o desgajados, apartados de Él. Sin el Padre del amor no hay vida, no hay fe, no hay Iglesia, no hay armonía. Él, siempre Él. Él es tu seguridad, tu fortaleza, la fuente de la que te nace todo bien, todo amor, toda conversión, toda liberación. Él es tu más viva y auténtica libertad. Y en Él retornas a los brazos del amor y del compromiso con la tierra, con los seres vivos, con la humanidad, con los pobres y oprimidos, con los abandonados a su suerte. Dios. El Padre de la misericordia y de la justicia, tan necesarias y urgentes en esta sociedad. "Sin ti no soy nada". Sin Él, tú, y todos, no somos nada. Eres sal mojada, artificio inconsistente, río sin agua, pan sin sal, sin fermento, sin miga, sin corteza. Salmo 17: "Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte". Qué bien lo expresan los salmos.

LA LLAMADA DEL REINO, DEL BIEN CONFIADO. En Cristo Jesús encuentras esta llamada peculiar para el Reino. Probablemente en ningún otro sitio percibas semejante llamada, que siempre cuenta con tu voluntad, tu libertad. Es una llamada personalizada y común, ni espiritualista ni individualista, ni política, ni ideológica,. Es una llamada que busca tu bien personal, físico, espiritual, familiar; y que busca el bien de tu pueblo, de tus compañeros perdidos, y de tus hermanos menesterosos. Es una llamada a la santidad de vida y a la inocencia, a la humildad y a la belleza, transmitida y compartida en el arte, en la acción social, en el silencio y en la comunicación. Es una llamada singular a la hermosura de la confianza, nacida también en la relación con tu pecado y con tu conversión. Una llamada que te trasciende y te abre las puertas del Paraíso. Por su cruz, en su cruz. Hebreos 7: "Tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, ino­cente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbra­do sobre el cielo".

Venga a nosotros tu Reino.

Antonio García Rubio.

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