CONTEMPLA CON LOS OJOS ENAMORADOS DEL CONVERSO. En la necesaria conversión del final del Adviento, y en la vocación purificada que te nace junto a la joven María, contempla con ojos enamorados del converso, las posibles implicaciones que el mal confina en tu ser. Mira tu bosque interior. A muchos les da miedo hacerlo: mala conciencia, culpabilidad, miedos, heridas históricas, fracasos, vanidad, juicios, prejuicios, violencia reactiva, prisas, ansiedad, ideología en la epidermis, estrés, decepción, prisas, sueños acusadores o malestar endémico. Eso escondido en tu bosque provoca oscuridad, ausencia de luz, o prepotencia de tu ego abrazado al mal, subido de tono, situado en la corteza, sabiondo, malhumorado, reyezuelo, actor o hacedor inconsciente de maldades en la existencia. Quizá vendas humo o trafiques con lo divino y lo humano. Tú mismo puedes ser víctima. ¿Qué hago con este oscuro bosque?, me dirás. Míralo con misericordia, pero míralo, mírate. Tu ego, bloqueado, puede estar referido a ti mismo, y así no encontrar ni sentido ni orientación para su peregrinación en la vida. Perdona este baño de negatividad. Pero toma consciencia de lo que puedes esconder en el bosque inexplorado de tu ser. No des palos de ciego. Herirás a tus hermanos al desconocer lo que guardas dentro. No busques sin decisión de conversión, una reparación imposible. No te quedes en una práctica religiosa, llena de boato y obsesiones de protección o seguridad enfermizas, fruto de las heridas y enfermedades sin sanar.
NO TE QUEDES EN LA CONFUSIÓN DE LO BANAL. Hebreos 19 te responde mejor: "No quiere sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo. Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad. Conforme a la voluntad de Dios estás santificado por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre." No quieras lo que no es. No te quedes en lo que aporta confusión. No seas un manipulador banal de todo y de todos. No participes del malvado poderío humano. Dios busca cuerpos, personas, que se entreguen a cumplir su voluntad de amor, pues el amor es la única salida. Dios no quiere la maldad escondida, le hartan las ofrendas insanas, que se buscan así mismas. Déjate de falsedades y engañosas religiosidades. Estás santificado en lo más profundo y entrañable de tu vida por la donación y entrega total, en la Cruz, de Jesucristo, nacido en lo oculto, insertado en el no protagonismo de la espera de la Sabiduría divina, en esa pequeñez amada cuya raíz está en Dios.
QUE TE NAZCA EL AMOR A LO PEQUEÑO Y A LOS PEQUEÑOS. Miqueas 5: "Tú, Belén de Éfrata, pequeña entre las aldeas, de ti saldrá el jefe. Su origen es de tiempo inmemorial. Hasta que la madre dé a luz. Pastoreará con la fuerza del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos. Será nuestra paz". La paz vuelve a la hondura del corazón gracias a Jesucristo, y a su madre, María, la confiada y de comportamiento humilde, la colaboradora que escuchó, y determinó sacar adelante la voluntad, el amor incondicional de Dios, la incomprendida para los hombres oscuros y displicentes. En ella vemos nacer el amor a los pequeños, a lo pequeño. Un amor de Dios que es novedoso, incisivo y delicado, a la vez; que es desconocido en su inmensidad, inaccesibilidad y grandeza; que es ternura humilde, solicita y entrañable; y que se muestra en los escogidos del Evangelio: la pequeña y sencilla María, el desprendido y trabajador José, la ignorada Nazaret, los simples pastores de la pobre Belén, y luego en los desconocidos y rudos jóvenes de la pérdida Cafarnaúm, en los hermanos amigos de la acogedora Betania, en la descontrolada mujer de la profunda Samaría, en el ciego y marginal Bartimeo, o en ti, hermano, amiga, que lees, silencias, meditas y escuchas en tu vida cotidiana, y repueblas de semillas de justicia o de caridad tu entorno familiar, social, eclesial, comunitario. Ven, Señor, no tardes en llegar a nuestra condición y realidad social y cultural. Protégenos, danos vida, fortalece y mantén en nosotros el amor a tu santo Nombre. Salmo 79: "Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste, no nos alejaremos de ti; danos vida, para que invoquemos tu nombre"
ESCUCHA EN EL INTERIOR DEL OTRO CORAZÓN PALABRAS DE LUZ. Lucas 1: "María se puso en camino. Saludó a Isabel, que se llenó del Espíritu Santo, y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Dichosa tú, que has creído! Lo que te ha dicho el Señor se cumplirá". Tu corazón de discípulo cristiano, como el de Santa María del Adviento, ha escuchado, en el latido palpitante de amor del Otro Corazón, el de Cristo, palabras llenas de luz, de esperanza y nueva vida. Son las promesas de Dios. Medítalas en tu interior, practícalas en la simplicidad de tus días. Llena la tierra de la misma fe de María, capaz de mover montañas, de hacer renacer la esperanza en la humanidad. Tras conocerte a fondo, y saber del barro y lodazal que te pueblo tu bosque interior, abre tu corazón a la Palabra que se encarna en el seno de María, y nace para tu alegría y tu determinación enfocadas a una renovada conversión. Conviértete. Cree de nuevo en el Evangelio. Levántate. El Señor está cerca. Ya está llegando. Alégrate. Culmina con gozo de conversión, junto a María, este Adviento. Y admírate en su Ferias, con María de la ¡O!
Antonio García Rubio.
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