II DOMINGO CUARESMA 2018
Marcos 9: "Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: 'Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.'" Jesús nos muestra su identidad, que no es otra que el mismo Padre. Su voz salida de la nube lo delata. Jesús se manifiesta como Maestro y Señor, humilde y obediente, hombre de luz y trasparencia, rodeado por la fe de Israel. Esta identidad y la comunión entre Jesús y el Padre marcan su paso por la tierra haciendo el bien. Una identidad secreta e íntima que se transforma en gestos comprometidos cuerpo a cuerpo, como le gusta decir a Javier Baeza; que le conducirán hasta la muerte en la cruz, siempre por caminos peligrosos, que le mostrarán el odio manifiesto de sus enemigos, las críticas insidiosas o las estrategias planificadas para quitarle la vida. La identidad con el Padre le lleva a la ofrenda radical de su vida.
Esta es una época líquida, de crisis permanente y discusión acérrima sobre los fundamentos de la vida, en la que la misma identidad personal está tan cuestionada. El conocimiento de la identidad de Jesús en el Padre, nos desvela también nuestra identidad como discípulos que seguimos sus huellas. A muchos hermanos, cargados de sufrimiento y exclusión, les importa poco su identidad. No pueden entretenerse en plantearse, y se comprende. Pero los bautizados en Cristo buscamos desvelar y conocer esa identidad en el Padre que, secretamente, también es la nuestra.
Abraham, es el padre de los que obedecen tercamente a su conciencia. Se le da el susurro de un Dios misterioso que dialoga con él y le ofrece una hermosa misión entre sueños de estrellas y arenas. Abraham, cautivado por el amor que recibe en la noche del desierto, le regala, a ese Dios desconocido, su obediencia incondicional. Y así se convierte en el padre de todos los creyentes, de todos los hombres libres, cautivados de la misma manera, y obedientes al mismo Padre. Y no es una obediencia humillante, como la que se tributa a los sádicos o a los dictadores abrasivos. Abraham le regala, a su amigo Dios, su humilde, soñadora y decidida obediencia.
Sólo se puede ofrecer la obediencia de la vida, cuando ésta es fruto de un sosegado diálogo y un sano discernimiento. La madurez humana se fundamenta en un diálogo franco, entre iguales, fraterno o filial, que es de idéntica raíz. Y ahí, y sólo así, la sana y fecunda obediencia es posible y será total. Son obedientes los amigos entre ellos; los esposos entre ellos; los miembros de una comunidad entre ellos; los servidores de los pobres, servidores de tú a tú, de cuerpo a cuerpo; los iluminados, los creativos, los soñadores, los libertadores, los profetas. Un hombre o una mujer, libres y auténticos, le darán una obediencia radical a la llamada, a la certeza, a la presencia, al amor. Es una obediencia honda, servidora, amorosa, e incluso sacrificial. Jesús nos manifiesta que obedecer al Padre es la clave para mantener una identidad creativa, espiritual, activa, servicial, valiente; y así, el cristiano, transfigurado como Él, adquiere su figura.
El camino de la Cuaresma pasa hoy por la trasfiguración, que desvela el secreto del corazón del Padre que ama a su Hijo. Y ahí está también nuestra identidad. ¿Quién soy? Él lo dice: “Eres mi hijo amado”. Palabras que también son para ti, para mí. Felices los que se encuentran con ellas y se dejan asombrar en la noche de estrellas y desierto. Génesis 22: "Por haber hecho esto te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido." Por la obediencia a la llamada y al seguimiento de Jesús, como discípulos amados, adquirimos su identidad, y con ella su poder solidario, creativo, entregado y fraterno.
La fea identidad de tu individualismo ha de dar paso a tu verdadera identidad, en tu conciencia de hombre libre. Conversa en esa intimidad con el Padre, aunque te parezca ausente. Conversa con Él en esta Cuaresma. Un día, como Jesús en el Tabor, desvelarás el secreto profundo que se esconde en ti. Conversa con Él y con tus hermanos, y se romperá tu identidad individualista. En esta Cuaresma no te cierres en tu propia carne. Genera comunicación. Crea comunidad. Romanos 8: "Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?"
Antonio García Rubio. Vicario parroquial de San Blas. Madrid.