Conocemos la fidelidad sorprendente de cristianos que, a pesar de adversidades y desplantes de la sociedad, la familia o la Iglesia, se han mantenido en una disponibilidad admirable para servir. Y han permanecido fieles a la fe y al amor de Dios sin permitir que nada ni nadie les apartaran de lo esencial, y han ido superado pruebas y tentaciones, sorteando serios obstáculos. Nos han enseñado a permanecer como permanece la madre que se hospitaliza con su hijo; como el padre que permanece atento a la educación de sus hijos; como el parado que no ceja mes tras mes de presentar currículos y hacer entrevistas; como el joven buscador que recorre mundos hasta encontrar su lugar en el mundo; como el místico que se adentra en lo secreto hasta encontrar al que busca.
Para permanecer hoy en fidelidad a la fe, en medio del descalabro social y eclesial que nos asola, es necesario apoyarse en dos puntales básicos: En la confianza en el poder y el amor de Dios. Y en un estilo de vida ético, responsable y adulto, semejante al de Jesús.
En Jesús se nos garantiza el don del Espíritu, que nos ayuda a comprender y asimilar la Palabra de Cristo. Juan 15: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.” Es muy importante, que aprendamos a permanecer, a mantenernos en la fe y en el amor del Padre, sabiendo que no somos una carga, ni una vergüenza ni nos alimentamos de un sentimiento de inferioridad. Vivimos y formamos parte, eso sí, de una sociedad enferma. Y sentimos la decepción, la rabia y en momentos puntuales, el deseo de tirar la toalla, y abandonar.
Sin embargo, somos testigos, como tantos hermanos que celebran al Señor cada domingo, del hecho de que permanecer en la fe y el amor de Dios, y no apartarnos nunca de Él, nos facilita el cultivo paciente de semillas como la fortaleza, la pasión y el entusiasmo, o como la valentía o la más íntima alegría. "Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud." Jesús nos habla al corazón, y al escucharle, - con el don del Espíritu que interactúa con nuestra libertad -, experimentamos una profunda renovación de la mente y el alma.
Mirad despacio, a lo largo de la semana, la humilde propuesta de Jesús, y escuchad, sin prejuicios ociosos, lo que Él sugiere: "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando." Es maravilloso e increíble este mandato; es para llorar de alegría. Tiene dentro de sí tal novedad y tal fuerza que nos hace apuntarnos ‘a pies juntillos’, al seguimiento, al discipulado y la permanencia junto al Maestro Resucitado. Nadie nos arrancará de su mano. Nadie nos separará de este amor que nos trasciende. ¡Qué palabras y qué dulce mandato! Qué radical y suave sugerencia para el corazón herido y cansado de la mujer y el hombre del siglo XXI. Merece la pena vivir para ser y para hacer como Él, para estar con Él. Fray Damián de Vegas, a caballo entre los siglos XVI y XVII, en un himno utilizado de la Liturgia de la Horas, nos dice: ‘Y cuando decidas irte, llévame, Señor, contigo; porque el pensar que te irás me causa un terrible miedo de si yo sin ti me quedo, de si tú sin mí te vas.’
El evangelio del VI domingo de Pascua es para contemplar, rumiar, saborear y practicar: "Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos." Es esta una bella historia de amistad. Jesús, que aborrece el servilismo, la manipulación y la opresión del hombre y del pobre, favorece el nacimiento de un tiempo de reconciliación y amistad entre Dios y los hombres. Y entre los hombres mismos. Es Él quien nos ha y te ha elegido para esta sorprendente tarea. Si colaboramos y colaboras, “el fruto durará."
Acabo: 1 Juan 4: "Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor." DIOS ES AMOR. DIOS ES AMOR. DIOS ES AMOR. Deja que la Palabra entre en tus entrañas y actúe. Y tú como el Salmo 97: "Grita, vitorea, canta." Deja que tu vida se mantenga en un cambio acompasado con el amor. Mantente en lo nuevo.
Antonio García Rubio.