Mateo 28: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo." Cada hombre es testigo de algo veraz por lo que se siente atraído, y que anhela comunicar a los demás como propio, irrepetible y auténtico. Son los ‘carismas’. Por ellos vivimos y se entrega la vida. Cuando Carlos de Foucauld y Madeleine Delbrêl descubren, tras una larga etapa de ateísmo, que hay Dios, comprenden que toda su vida será para Él. La fe nos da luz y consciencia a la vida del Espíritu recibida en el bautismo. Y a Él se la devolvemos. 'Amor con amor se paga'.
Así, la vida de un bautizado, protegida por el amor de Dios, se encuentra en paz. Respiramos de alivio cuando nos sabemos en su presencia. Ya sea en la noche o en la fatiga, en el desprecio o en la injusticia, en el precipicio de la enfermedad o en la ruptura de la convivencia. Deuteronomio 4: "Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro."
Celebrar la Santísima Trinidad es celebrar el fundamento de la vida creyente. La espiritualidad que nace en la Trinidad es el ambiente en el que se enraíza, alimenta, crece y se desarrolla la perla escondida, el alma de la mujer y el hombre libres, espirituales, bañados de luz y de amor. Esta perla se une a las de los hermanos, y con ellas se conforma el Cuerpo de Cristo, que se expande por la historia y la eternidad. La Trinidad manifiesta la presencia de lo eterno en lo temporal y concreto. Salmo 32: "La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos, porque él lo dijo, y existió, él lo mandó, y surgió."
Las mafias que sustentan el sistema económico, provocan millones de esclavitudes y de esclavos en pleno siglo XXI. Con su corrupción provocan excluidos, apestados, refugiados, marginados, parados, trabajadores mal remunerados, jóvenes sin futuro. Romanos 8: "Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: '¡Abba!' (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios". La comunidad cristiana, así lo recibe, nace de la Trinidad y está llamada a crear un ambiente sano, natural, de fe alegre, y de búsqueda de relaciones armoniosas y justas, de crecimiento libre y auténtico para las personas. Creer en Dios es una puerta abierta a la solidaridad y la sabiduría, al consejo de hermanos que escuchan, orientan, acompañan y crean condiciones de vida digna para los pobres. La Trinidad crea fraternidad, crea comunidad, crea una vida humana y humilde, alegre y compartida. La Trinidad nos estrecha y hermana, nos constituye como un pueblo de gente de bien, que liberada de cadenas y esclavitudes, ama la justicia y la bondad para todos, sin exclusión de nadie.
La Trinidad provoca la fe. Y al ver a los amigos que la pierden, se declaran ateos o se adentran en el mutismo y la indiferencia ante lo religioso y lo espiritual, muchos creyentes se preguntan por sus causas. Y encuentran muchas, incluidas las faltas de acogida y tolerancia o los abusos perpetrados por los mismos hijos de la Iglesia. También hay causas exteriores a la Iglesia, con ataques tremendos contra la fe. Ante la creciente frialdad del ambiente con relación a Dios, muchos se abandonan al silencio, a la ausencia de juicio, a la búsqueda de comprensión y empatía, y se unen al dolor de los heridos que no superan la ausencia de Dios.
Algunas veces, orantes y expectantes, otros hermanos ven imposible sujetar sus lágrimas. No aciertan a entender cómo se puede dejar de creer o de amar a Dios. Muchos de nosotros vamos viviendo su presencia y su amor cuidadoso de un modo muy natural a lo largo de los años. También sentimos una irresistible la atracción por la unidad en la fe. Y, aun comprendiendo lo que sucede en esta sociedad, nos puede una ternura expansiva y orante hacia los que no creen, pues sabemos que la fe es lo más sagrado que hay en nosotros, y anhelamos sentirnos uno con el resto de la humanidad. Este es un anhelo profundo de Comunión en la diversidad. Y cada día nos seguimos sintiendo atraídos a bailar y danzar, como en día de fiesta, con todos los hermanos distintos y diferentes. Es la atracción por la victoria del amor frente a la división y el enfrentamiento. "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
La Trinidad, relación de amor circular entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, es la fuente secreta de nuestro Amor fraterno.
Antonio García Rubio.