Puedes emocionarte hasta llorar, cuando escuchas en la Escritura los textos que son llamada a una unidad y una Comunión que no acaban de ser posibles. La comparación que hace san Pablo, entre los bautizados en Cristo y el cuerpo humano, es sabia y contundente. No se puede ignorar. Son bastantes los órganos de este Cuerpo común, la Iglesia, que funcionan a su aire. Órganos que mantienen a sus miembros entretenidos en sus entresijos propios, y que se mantienen en una inconsciencia reiterativa sobre el hecho fundamental: que todos formamos parte de un solo Cuerpo. Y un Cuerpo funciona bien cuando cada órgano, y cada una de sus células, viven para la armonía del todo. 1 Corintios 12: " Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu."
Sería bueno que tuviéramos presente que cada órgano y cada célula ha de vivir íntimamente unidos al resto del Cuerpo. Pues, "el cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo." Desde hace año y medio, en la Diócesis de Madrid, existe una Comisión Diocesana por la Comunión. Es una creación única en la vida de la Iglesia, puesta en marcha por el Cardenal Osoro. Está compuesta por miembros de ámbitos, sensibilidades, órganos, células y micro cuerpos diferentes y partícipes todos en la vida de la Iglesia de Madrid. Todos se saben unidos por un mismo anhelo y una idéntica vocación: "Que todos sean uno, para que el mundo crea". Todos, sin excepción, sienten la unidad y la comunión como el elemento vertebrador de su convivencia con el resto de los bautizados, de los cristianos católicos, todos diferentes, y también como su esencia y prioridad absoluta. La Comunión es lo primero y es el fundamento sobre el que se construye la casa común. El Cuerpo es lo primero. Los que constituyen esa Comisión, en su convivir permanente, ejercitan y aprenden el respeto a diversidad de carismas y ministerios, de comunidades y movimientos, de asociaciones y hermandades.
¿Por qué da tanta importancia Cristo a la Comunión? Es la vocación y misión propia y primera de todo cristiano y, también del Obispo, como lo es de la Comisión Diocesana, que actúa en su nombre. Sin Comunión nos situamos fuera del Cuerpo, en la división, lejos de Casa. Difícilmente hará las obras de Cristo el que no está en Comunión con Él. El bautizado pierde este anhelo cuando se deja arrastrar del espíritu competitivo del mundo, de sus ideologías, sus vanidades, su política, su modo agresivo de usar el poder, su apego a los bienes de este mundo y a la gerencia de los mismos. En esos casos se impone la parte sobre el todo y se va muriendo o apaga y muere lentamente el anhelo evangélico de Comunión.
No olvides que es el Espíritu de Cristo el que nos llama y unge, para que vivas su misión. La que Él mismo descubre en el libro del profeta Isaías. Lucas 1: "Encontró el pasaje donde estaba escrito: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.'" Aparta el protagonismo de ti. Deja la centralidad de la evangelización en las manos del Espíritu de Cristo. Él y sólo Él anuncia la libertad. Colabora con intensidad de mente y corazón, con tu libertad, liberada en el bautismo, y no pierdas la conexión trinitaria. Así es posible la Comunión del Cuerpo que somos.
El bello texto de Nehemías 8. Su fortaleza y la alegría que transmite, nos recuerda a san Juan de la Cruz: "El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa". El bautizado que vive en Comunión, come, bebe, crece, trabaja el Reino, se alegra y descansa en ella. Qué distinto es todo cuando se anhela, se busca y se vive la Comunión. Nehemías 8: "No hagáis duelo ni lloréis (porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley). Y añadieron: Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene preparado, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza." La comunión es el gozo y la fortaleza de la Iglesia.
Todo es de Dios. Lo sabe cada comunidad creyente en medio de sus delirios y sus grandezas. Por eso hoy nos dirigirnos al Padre con el Salmo 18: "Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío." En tu roca, tu Comunión, nuestro meditar, nuestras tareas, nuestro corazón y nuestra libertad.
Antonio García Rubio.