En la puerta de mi Parroquia, hay un cartelón que dice: AQUÍ TENEMOS BUENAS NOTICIAS PARA TI. El segundo libro de los Reyes nos da hoy otra buena noticia: "Dijo a su criado Guejazi: '¿Qué podríamos hacer por ella?' Eliseo le dijo: 'El año que viene, por estas fechas, abrazarás a un hijo.'" Impresiona la sensibilidad y la promesa de Eliseo ante una mujer generosa, acogedora, y rodeada de vejez e infertilidad: el próximo año abrazarás la vida.
Los bautizados somos invitados a ser buena noticia y a preñar la existencia de confianza y de gestos que anuncien que brota la vida, cuando todo preludia que crece la desconfianza de muchos hacia nuestra Iglesia, y decrece la fe en las palabras que proclama. Una Iglesia peregrina, servidora, anciana, pero cuajada de brotes de esperanza, que a ratos camina pesada, cargada de manías ancestrales, o encajada en acomodos que la paralizan y la quitan audacia y credibilidad. Y una Iglesia que, sin embargo, se encuentra empujada a pronunciar, como Eliseo, palabras verdaderas y apoyadas en obras coherentes de conversión, austeridad y pobreza. Los bautizados han de cargar silenciosamente con las cruces, y sin quejas egoístas; y ponerse a servir como los últimos. Así conducirán a algunos a Jesús, y al Evangelio, actuando como hombres de fe.
Es hora de ponerse en salida como profetas de buenas noticias y autores de gestos audaces; y dejarnos cuidar por el pueblo humilde, como la mujer que cuidaba al profeta Eliseo. San Pablo nos lo explica: "Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así también nosotros andemos en una vida nueva." Necesitamos todos, laicos y sacerdotes recuperar la conciencia bautismal adormecida. Y morir con Él a vicios, comodidades y apegos estériles o ventajistas; mantener la valentía y dejar que hablen sólo los gestos de servicio y entrega; caminar; orar; silenciar. Sólo así volveremos a ser buena noticia que haga renacer del pueblo la esperanza en la Iglesia. "El que pierda su vida por mí la encontrará."
Jesús hoy quiere ser escuchado por el corazón de los jóvenes cristianos y de los jóvenes sacerdotes. Quizá sugestionados y estresados por este mundo convulso. Quizá faltos de preparación adecuada para este reto inmenso de llevar a este pueblo escurridizo a la fe.
Sacerdotes jóvenes y jóvenes cristianos, han de cargar sin miedo con la cruz de Jesús; hacer su camino afianzados en su providencia; encaminarse en el seguimiento con obras y gestos de amor y de servicio; abandonar comodidades, miedos enfermizos y rictus de apego al pasado; y saberse llamados a renovar y reconstruir la Iglesia con la alegría inocente, como Francisco de Asís y el Papa Francisco. Sin juicios a este mundo apasionado y débil. Confiados en el Padre y gustando de unas vidas humildes, entregadas, carentes de privilegios, sin quejas egoístas, sin miedos al futuro, y probando caminar a pecho descubierto y transparente. Amando y confiando. Perdiendo la vida, gastándola y desgastándola. Callando. No respondiendo a los insultos ni a las provocaciones. Respondiendo con más servicio, más entrega, más vidas sacrificadas y donadas. Y dejando que el amor del pueblo pobre los acoja, los perdone y los devuelva la dignidad. El pueblo humilde los devolverá la palabra y la confianza que se les ha arrebatado.
Sólo hay un camino, el de Jesús y su entrega confiada en el Padre. Vayamos todos juntos. No confiemos en lo pasajero, en el prestigio o el poder. Afiancémonos en el silencio orante, como verdaderos y recios creyentes. Venid, caminemos con Él. Subamos con Él a la cruz. Descendamos con Él. Sirvamos con Él. Callemos con Él. Confiemos con Él. Despojémonos de lo que no es. Seamos valientes. Vosotros, que sois jóvenes, latid con los latidos de Cristo. Hagamos posible el nacimiento de una nueva vida para la próxima primavera. Una nueva, buena y eterna noticia nos espera. No defraudemos al Espíritu de Cristo ni a nuestro pueblo.
Antonio García Rubio. Es párroco de Nuestra Señora del Pilar en Madrid.