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viernes, 12 de enero de 2018

II DOMINGO TIEMPO ORDINARIO


Manoli, ahora en situación de desempleo y de pobreza, se preguntaba siendo más joven y bien plantada, por el camino a recorrer como la mujer de fe que siempre había sido. Y en su meditación juvenil se le aparecía una senda humilde por la que caminar, parecida a la de María, la hermana de Lázaro que ‘había elegido la parte mejor’. Pero, cada vez que intentaba adentrarse en ella se encontraba en medio de una noche oscura y entre las brumas de una especie de nube de 'no-saber'. Entonces su ego se atascaba, y acababa conformándose con vivir propuestas más sencillas y activas, más rápidas: durante demasiados años, una y otra vez, esta madre de dos hijos jóvenes, neo-conversa, vitalista, trabajadora de la enseñanza privada, se acababa conformando con el uso de una vía rápida para su fe, que le provocaba ansiedad, pero que le sofocaba su frustración orante. Una vía de acción, externa, con luz aparente, la que le nacía de su ego deseoso de protagonismo que creía transformar la realidad, la que provenía de su saber engañoso y la que confundía su mucho hablar y hablar con la enseñanza. Pasados los años, sin perder el aliento de la fe, vino a reconocer con serenidad que el camino que había seguido estaba excesivamente cargado de un ego manipulador y deseoso de reconocimiento. Y así, experimentaba ahora con pesar que la acción de Dios había quedado difuminada.
1 Samuel 3: "Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel.' Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y le dijo: - 'Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: 'Habla, Señor, que tu siervo te escucha.'" En la actualidad, Manoli está situada en una época en la que, por pura gracia, en medio de graves opresiones, está siendo conducida a entrar de nuevo en esa noche oscura y en esa nube de 'no-saber' de las que en otro tiempo, siendo más joven, huyó. Y, sin que le falte una ardua y desértica pelea contra el mal, que le brota de modo fantasmal en sus ratos de silencio, sin embargo se le aparece una voz que le llama en medio de la noche. Se ve entonces como una niña temerosa que ni conoce ni sabe, y que se sabe rodeado de nubes profundas. En esas circunstancias, recurre al Señor en la intimidad de su corazón de modo insistente, para pedirle ayuda y opinión. Y Él le apoya para que se experimente como una niña pequeña, aunque aún desconfiada. Él es una voz insistente que le llama en la noche. Ella desconoce, por falta de práctica y de escucha, como el niño Samuel, qué hacer, qué responder, a quién dirigirse. Se encuentra perdida, buscadora, y rezando: "Estoy confundida, Señor. No sé apreciar que es tu voz la que me llama. Hay demasiada oscuridad en la vida de una mujer pobre como yo; demasiada noche manipulada por fantasmas extraños que siguen acosándome. Y me pregunto cómo volver a la niña sencilla y confiada que me propones”. Y esta mujer abandonada grita en miedo de su angustia, con el Salmo 39: "Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Entonces yo digo: 'Aquí estoy para hacer tu voluntad.'”
"Oh, Señor. ¡El don de tu Palabra! El don de cumplir de un modo nuevo tu voluntad. El don de aprender de nuevo, perseverando en medio de la noche, sabiéndome mantener en lo que no se ve, en donde no se tiene, en ese lugar donde no se es nadie. Aprendiendo a convivir conmigo misma, sin miedos, sin abusos, sin expectativas, sin caminos ciertos, sin seguridades enfermizas, saliendo lentamente de tantos fracasos y decepciones. Aprendiendo a estar sola con los solos, fracasada con los fracasados, lenta con los lentos. Aprendiendo a ser y a vivir desde la silenciosa soledad y desde el abandono en el que vivimos los pobres y los pequeños. Noche oscura de no-saber, de no-tener, de silencio de la niña que se redescubre escuchando y diciendo: 'Aquí estoy para hacer tu voluntad.'”
“La dificultad está en aceptarse, en quererse en la debilidad de nuestro cuerpo y nuestra mente. Y en hacer lo mismo con los que nos rodean. Cuando una es fuerte, joven, con posibles y bien rematada, todo es fácil y maravilloso. Pero, ¿qué sucede cuando eso ya no es así? ¿Cómo aprender a amar lo decadente, lo despreciable, lo que no tiene atractivo, lo miserable? Y ahí aparece de nuevo tu Palabra escuchada en el centro de la noche: 1 Corintios 6: "¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios". ¡Oh, Misterio insondable de ternura infinita, el de Dios! No nos poseemos ni en el día ni en la noche, ni en la salud ni en la enfermedad, ni en la pobreza ni en la riqueza. Somos tuyos, Señor. Somos tus amigos, Señor. Amados tuyos. Y, por eso, podemos glorificarte con nuestra pobreza, con nuestro fracaso, con nuestra fragilidad, con nuestra impotencia, con nuestra humilde existencia.
Apasiona el final de esta historia. La de saber que somos los buscadores buscados en medio de la noche. La de los buscadores encontrados en su penuria vital. Amados sin igual. Venid y veréis. Fueron. Vieron. Se quedaron con Él. A las cuatro de la tarde. Cuando el sol es más sol. 
Juan 1: "'¿Qué buscáis?' Ellos le contestaron: - 'Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?' Él les dijo: - 'Venid y lo veréis.' Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde." Y todo empezó de nuevo, también para Manoli, llamada y amada. Y también lo puede volver a empezar a ser todo nuevo para ti, hermano. Escucha su voz. Y di: 'Aquí estoy para hacer tu voluntad.'


Antonio García Rubio. Vicario Parroquial de San Blas. Madrid.

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