
La primera vez que entré en contacto con el satanismo tenía 15 años de edad. Mis padres eran cristianos practicantes y me llevaban junto a mis hermanas a la iglesia cuando éramos niños. Pocos años después, comencé a pasar mi tiempo libre en el parque de patinaje local en el sudoeste de Londres y a escuchar a grupos de death metal. Empecé a consumir alcohol y drogas y perdí mi virginidad a los 12 años. Sentí que tenía que elegir entre pasar tiempo con mis amigos en lo que yo consideraba como "el mundo real" o escuchar historias bíblicas con mis padres mientras coloreaba dibujos del Arca de Noé. Escogí rebelarme.
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