"¡Jesucristo! ¡Guao!".
El grito de un turista venezolano rompe el silencio en la bahía de Ologá, pueblo de pescadores y palafitos en el Lago de Maracaibo, Venezuela. Se asombra con el rayo monstruoso que acaba de encender el cielo, dividiéndose en una docena de culebrillas luminosas que desaparecen en apenas dos segundos.
Son las 2:15 de la madrugada. Hasta 150 relámpagos por minuto se visualizan en las tres tormentas eléctricas que convergen en el norte, este y oeste, calcula Alan Highton, excursionista oriundo de Barbados que organiza expediciones al lugar desde hace 30 años.
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