uando en el cambio de fase una precaución sanitaria se considera un castigo político es que algo muy profundo se ha roto. Y cuando es el primer partido de la oposición el que alimenta irresponsablemente esa sospecha, el estrago social es muy grande. Nada refuerza más a Sánchez que imaginar en la Moncloa al PP de Pablo Casado, Cayetana Álvarez de Toledo e Isabel Díaz Ayuso, es decir, al PP más pequeñito. Hay otro PP posible, ya lo sabemos: la crítica civilizada del alcalde de Madrid, Martínez Almeida, o la de Ana Pastor, o la de Alberto Núñez Feijóo lo demuestra, pero el presidente popular ha preferido ir a las cruzadas con Abascal.
El Gobierno ha dado mucho material para la crítica; entre que la situación no tiene precedentes y obliga por tanto a una inevitable improvisación en la toma de centenares de decisiones, con titubeos y rectificaciones, ha añadido fallos específicos, propios; su opacidad, su equivocada interpretación de lo que significa el mando único... Esperemos que ahora proponga otro modelo de estado de alarma, pero, entre unas cosas y otras, la oposición ha dispuesto de una amplia diana para disparar sus dardos, pero lo está haciendo de la peor manera posible: con el puro tacticismo de Casado, con la frialdad heladora de la espectral Cayetana Álvarez de Toledo, siempre encerrada en su minúsculo gran mundo y con la la inaudita ligereza Díaz Ayuso, que se atreve a erigirse en cancerbera crítica del Gobierno cuando ella, en hechos y en dichos, es una antología del disparate.
El Gobierno ha dado mucho material para la crítica; entre que la situación no tiene precedentes y obliga por tanto a una inevitable improvisación en la toma de centenares de decisiones, con titubeos y rectificaciones, ha añadido fallos específicos, propios; su opacidad, su equivocada interpretación de lo que significa el mando único... Esperemos que ahora proponga otro modelo de estado de alarma, pero, entre unas cosas y otras, la oposición ha dispuesto de una amplia diana para disparar sus dardos, pero lo está haciendo de la peor manera posible: con el puro tacticismo de Casado, con la frialdad heladora de la espectral Cayetana Álvarez de Toledo, siempre encerrada en su minúsculo gran mundo y con la la inaudita ligereza Díaz Ayuso, que se atreve a erigirse en cancerbera crítica del Gobierno cuando ella, en hechos y en dichos, es una antología del disparate.
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