Domingo de fecundidad. Prepara con sosiego los sentidos y el corazón ante la fecundidad que vas a contemplar. Para percibirlo mejor mira la madre tierra. Está comenzando a brotar la primavera. Las yemas de los árboles desenvuelven el misterio escondido durante la desnudez del invierno. El Señor resurge del sepulcro, de lo profundo de la tierra, tras su muerte. Lo hace en la primera luna llena de la primavera, al conmemorar la pascua judía. Tú, tras un marzo copioso en lluvias, te deleitarás con una primavera fecunda. La tierra te mostrará su fecundidad en flores multicolores, en dulces frutos, en verdes campiñas, en trasparente luminosidad, y en pura, cándida e inocente belleza.
Y ahí, la voz del evangelio de Juan 12: "Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto." Jesús avisa de lo que sucederá con su pasión, muerte y resurrección, y de la fecundidad ofrecida a la humanidad. Y la Iglesia recibe una llamada a ser esa comunidad fecunda y primaveral que el mundo necesita. Pero ésta no puede ser postiza; si lo fuera, sería despreciada como 'sal mojada y sosa'. "El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna." Este es el camino y el reto para ti y para todos los bautizados. Si lo sigues, ofrecerás tú también la fecundidad que el mundo espera. Tu comunidad cristiana será fecunda y fértil si no se mira a sí misma y no se encierra en sus seguridades y miedos. "El que se ama a sí mismo se pierde." ¿Se darán los cristianos por enterados? ¿Te lo darás tú? Mírate con ellos expandiendo la fecundidad de la fe.
No suelo utilizar los temas manidos por los medios, pero Gabriel, el niño asesinado, y sus humildes y sufrientes padres, me invitan a la reflexión, pues han redescubierto la admirable fecundidad de la muerte del inocente, al desechar hacer el mal para atajar o combatir el mal. No se han encerrado en su dolor ni han dejado que se les endurezca el corazón con el odio. Se han presentado, con humildad de alma, derramando para todo el pueblo la dulzura del bien. Y este gesto recuerda a los creyentes que sólo así se vence el mal. Esa es la enseñanza de Jesús. De modo espontaneo y natural, con fe sencilla, han puesto encima de la mesa el vivo retrato de Cristo, el inocente que muere derramando perdón, ternura, grandeza de alma y fecundidad. Esto es lo que sugiere el Espíritu con estos padres, y con la muerte de Jesús.
La Cuaresma es la peregrinación que te traslada del invierno infecundo a la eclosión de la fecundidad pascual. Y te sugiere el modo de hacerlo posible: la aceptación de la muerte, el paso por la pasión y la cruz, para que vivas de nuevo. Es ahí donde despunta la primavera y se abre espiritualmente el camino; es ahí donde se nos invita a dejar morir el pesado y mortecino ego y las peleas de egos inconscientes que causan graves daños. Gabriel y sus padres son un icono de Cristo. Quizá, como dice Jesús: ‘Al callar los que han de hablar, están hablando las piedras’. Todo florece y da fecundidad cuando mueres con Cristo al odio, la violencia, las injusticias y las envidias. ¿Estás dispuesto?
Hace llorar el penoso espectáculo que dan las violentas peleas de los egos políticos, empresariales, sociales, familiares o eclesiales. Cansa ver tanta ansiedad por ser primeros, importantes, cercanos al poder, dominadores o empavonados que relucen en las pasarelas. ¿Para cuándo, como enseña Jesús, abandonarás el anhelo de ser de los últimos, de los humildes, de los discípulos del que se encarnó en nuestras dolencias y enfermedades? Los bautizados han de ser discípulos. "El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor."
Empieza a ser un Cristo humilde, como nos han aparecido los padres de Gabriel. Vive como Él y para Él, con simplicidad de corazón, con corazón inocente, gozando al ver a las personas unidas a favor del bien. Jesús busca a la humanidad, y te hace misteriosamente su testigo creíble. Él hace la obra, y como dice Jeremías 31: ‘Mete su ley en tu pecho, la escribe en tu corazón’. Deja tus rollos mentales, ambiciosos o enfermizos. Y mira las horrendas muertes, las destrucciones y los desplazados por la guerra en Siria. Más de 500 mil nuestros, más de 20 mil de ellos niños, en siete años padeciendo una guerra mundial en su casa. ¿Te imaginas viviendo algo semejante en destrucción aquí, y que sólo te encontrarás la indiferencia de los otros países? ¿Cuántos niños Gabrieles deberán morir para que reaccionemos? Ahora, comienza por morir a ti mismo, y trabaja por el bien de los pequeños. Jesús, dice Hebreos 5: "a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. "
Únete a Jesús, a Gabriel, a sus padres, a los impotentes y sufrientes sirios, y reza esta semana con el Salmo 50: "Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; Devuélveme la alegría de tu salvación". Es el Señor el que te habla en las pequeñas historias de esta increíble y siempre nueva y eterna Historia de la Salvación. Gracias por creer.
Antonio García Rubio.